25 marzo 2009

LA NOCHE

Corrían ya las dos y media de la madrugada.Lorena, extasiada por el montón de platos de la cena que tenía por lavar y molesta por comprobar que su lavavajillas nuevo aun no estaba instalado(Sergio siempre deja las tareas domésticas para el último momento), suspiraba mientras observaba la espuma salir del estropajo...su mente se inundó de recuerdos.
Sergio ya había recogido el salón.La mesa impoluta, como si nadie hubiera posado en ella sus codos hacía apenas media hora.El suelo recién barrido ("mañana ya se pasará la fregona..."pensó él mientras ultimaba sus retoques), deseando ducahrse y plantarse ya de una vez ese pijama de felpa que tanto necesitaba para pasar la gélida noche hasta que les instalaran por fin la calefacción.No reparó en todo el rato que llevaba Lorena sin mover un solo plato, Sergio solo deseaba llegar a cama y taparse hasta las orejas.
Claudia llevaba dos horas durmiendo.La niñita linda de la familia contaba con la edad de 5 años, justo la misma edad que tenía Lorena cuando se separó para siempre de sus padres y cayendo en tan desafortunada infancia...experiencias que nunca jamás pasaron al conocimiento de su marido,vivencias que se quedarían para siempre en su mente e irían calando poco a poco su alma.
Una tímida lágrima cayó en un plato.Rápidamente Lorena se rehizo del "lápsus" que la había inmovilizado por cinco minutos, secó sus manos dejando los platos para la mañana,se aclaró la cara y disimuló su expresión antes de entrar al dormitorio.
Sergio le tenía preparada la mantita eléctrica y la pomada antiinflamatoria que relajaría a base de masajes sus delicadas piernas.Los ronquidos provinientes del dormitorio de los invitados no afectaba para nada al ambiente romántico y relajado que Sergio había conseguido inspirar a su amada.La pareja estaba tan sumamente unida que era imposible quebrar esa gran pompa de jabón que los protegía de males ajenos, así que pronto Lorena se encontraba postrada boca arriba, sobre la mantita que calentaba su espalda y atabiada con un lindo camisón de raso blanco y encajes sugerentes mientras las manos de su esposo recorrían delicadamente la más preciada sensación que podían palpar sus dedos, esa tersa, suave y blanca piel impregnada de deseos por ser acariciada...Sergio nunca aprendió a resistirse a sus encantos, era tal el embrujo que se posaba sobre él desde que la conoció, que no había noche por corta que fuera, que no sinitiera deseos de fundir sus manos en su lindo cuerpo.Era muchísimo más el deseo de complacerla que su propia necesidad de calmar esa enorme atracción que la unía a ella.
Su marido no era nada tonto y a pesar de que nunca supo ni un solo detalle del sombrío pasado de su joven esposa y que ella le regalaba contínuamente esa preciosa sonrisa, Sergio nunca tuvo problemas en descifrar el dolor de su mirada que reflejaba sin duda alguna la fragilidad de su alma.El silencio se apoderó pronto de la noche, pronto la pareja quedaría a merced de sus sueños.
El Sr. Collado no tuvo más remedio, muy a su pesar, de quedarse a dormir en aquella estancia con olor a pintura fresca que conformormaba la nueva morada de su ahijada.En la noche, justo después de su última copa de whiskey añejo, se dispuso a arrancar su destartalado carruaje a motor que poco se parecía ya a un coche (nunca le gustó gastarse el dinero en eso),cuando observó atónito la enorme mancha de aceite que había teñido de negro toda la rampa del garaje.Pronto recordó que justo antes de aparcar sintió un pequeño golpe, pero jamás se habría imaginado que se iba a quedar sin cárter...su chatarra con ruedas nunca había sufrido problemas mecánicos...siempre hay una primera vez.
Sus ronquidos lo despertaban de vez en cuando, pronto conseguía conciliar el sueño gracias al alcohol que recorría en sus venas, pero no sin antes maldecir el momento en que decidió aceptar la invitación de su ahijada...hacía muchos años que no sabía de ella.La verdad es que a aquel pobre anciano le carcomía la curiosidad de saber el porqué de la invitación de Lorena después de lo ocurrido en su pasado.

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